Este verano hemos tenido la oportunidad de visitar la casa Rietveld Schoeder, patrimonio de la Humanidad desde el año 2000, situada en el final de una calle de casas de obra vista de la misma época. La visita se realiza por grupos reducidos, y con bolsas en los pies para o dañar el pavimento. No está permitido utilizar ni tocar nada.
En su diseño, para dar cumplimiento a las normativas del momento, se concibió la planta baja de manera casi tradicional, con las estancias clásicas: cocina, recibidor, estudio, etc. Sin embargo, destaca el uso de los colores y del vidrio para romper la yuxtaposición de estancias-caja.

En la planta primera del arquitecto y la Sra. Schroeder, en estrecha colaboración, pudieron crear los espacios fluidos y cambiantes, al tiempo plenamente funcionales, que deseaban.
Durante la visita, la responsable de la casa Rietveld Schoeder se ocupa de desplazar los paneles, para poder apreciar las diferentes configuraciones de la vivienda.

Es difícil no sentirse conmovido al comprobar como los espacios cambian y se transforman, sin perder luminosidad, expresividad y sentido práctico. Cada elemento está cuidadosamente definido y ubicado, formando un conjunto que desde cualquier ángulo demuestra la fuerza de un proyecto perfectamente estructurado.

En palabras de la Sra. Schroeder, es una casa difícil de vivir porque pide un usuario activo y comprometido, pero a la vez te devuelve ampliamente este esfuerzo.
Es el precio de vivir en una obra de arte.